Los ciervos -o gamos- Élafos y Elafina, custodiando la bocana de Mandraki. Rodas. Grecia, agosto 2013. |
Mandraki
Buenos días, kogoneras. Voy a aprovechar el descanso en la otra Psilicosis para volver aquí a los puertos del Dodecaneso. Serán entradas más breves porque ya no tengo que hacer de moska del Teach y La Maga.
Siguiendo hacia el sur desde Cos, sería en realidad el turno de Nisyros, que fue el primer puerto que tocamos rumbo a Rodas, y después Tilos, etc. Pero a Nisyros le dedicaré su espacio a la vuelta, cuando recalamos tres días en la isla. Y el resto también tendrá su pequeño homenaje más adelante, después de las otras dos que visitamos con tiempo, Rodas y Cárpatos.
Mandraki es el puerto más famoso del Archipiélago, y no porque sea el mejor, desde luego, es pequeño tiene una embocadura estrecha y sus fondos deben ser más que tenebrosos después de los siglos de actividad incesante, hasta ahora mismo, que no hay un hueco donde colocar un mísera alpargata, zapatilla, quería decir. En esa ciénaga encontraron la que Lawrence Durrell llamó Venus marina, una figura femenina desfigurada y medio comida por el salitre, que motivó el título de su libro sobre Rodas y el Dodecaneso, libro del que me oiréis hablar con frecuencia en estos capítulos sobre el archipiélago, aquí y en el otro blog.
Es el puerto más conocido por ser el más antiguo e historiado. Siglos antes de que se levantara el mítico Coloso abierto de patas en la bocana, con cada pie apoyado en el punto donde hoy se alzan dos columnas coronadas por los ciervos Élafos y Elafina, símbolos modernos de Rodas, Mandraki ya era un puerto cosmopolita, activo y potente. Y lo siguió siendo con los Caballeros de San Juan en la Edad Media. Pero sobre eso, historia y mito, escribiré más largamente en el otro blog, capítulos que iré publicando dentro de unos días y que van acompañados también de alguna imagen del puerto.
El muelle oeste de Mandraki es el de la ciudad, so las murallas y el Castillo de los Caballeros de Rodas. Al igual que en Cos bajo la sombra de la fortaleza, ahí amarran los barcos de más poderío y tontería, el prestigio y el bacilón de los ricos. El telón de fondo de la vieja ciudad con sus grandes árboles, minaretes y campaniles asomando por encima de las defensas, y el Mercado Nuevo con su exotismo oriental, hasta el Club Naútico y su cúpula blanca, cerrando el puerto por el norte, le prestan al lugar mucho atractivo, hay que reconocerlo. De ahí parten también pequeñas excursiones en kaike por la isla.
Y el muelle este, que cierra y defiende el puerto, es un malecón de unos quinientos metros de largo, desde las murallas de la ciudad vieja, hasta la famosa Torre de San Nicolás, el patrono de los navegantes, en el otro extremo con su faro, flanqueando la bocana, a cien metros de la cierva Elafina.
El muelle este de Mandraki al atardecer. Al fondo el Castelo.
Rodas, agosto 2013. |
El gran espigón tendrá unos cincuenta metros de ancho, la mitad está dedicado al muelle propiamente dicho, que es el que vemos en la fotografía, y la mitad paralela que mira al mar, en un nivel un poco superior, es un paseo con algunos coches cuyo término es el faro, donde todavía se conservan cerca de las rocas y el agua tres de los diez molinos que hubo aquí en tiempos, haciendo guardia delante del puerto y las murallas del fondo como guerreros medievales, y que se avistan desde los barcos que navegan o se acercan a Rodas.
Aparte de Mandraki en el extremo norte, Rodas capital cuenta con otros tres puertos, separados de éste y entre sí tan sólo por grandes barras defensivas: el pequeño puertín de Kolona donde amarran los kaikes de pescadores y barkulas, el Turístico de los barcos a las islas y el Comercial donde atracan los mercantes y grandes ferris.
Pero creo que me voy muy lejos ya. Los otros puertos de la ciudad de Rodas para el siguiente capítulo.
Πηδηχτός Ρόδου. Ιόνιος Ακαδημία 2006.
Salud y buen rumbo.
Barbarómiros.
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