sábado, 21 de diciembre de 2013

Skala Kamiru. Rodas


El puerto de  Skala Kameirou.
Rodas.  Grecia,  verano 2013.

Σκάλα Καμείρου


Buenos días, navegantes. 

Bajas colinas como verdes túmulos se extienden tierra adentro, con algunos arbustos de tomillo y mirto, refugio de perdices de patas rojas y de palomas silvestres (Agria peristeria, dirían los griegos; es paréntesis mío). El camino es malo, de modo que nos sorprendió alcanzar a Mills cuando llegamos al puertecito de Cameirus Skala. Cuando atravesábamos pesadamente la llanura vimos por qué se había detenido. Tres pesqueros amarillos acababan de tocar tierra y amontonaban su pesca.

Así describe Durrell la llegada a Skala Kamiru en el tantas veces citado Reflexiones sobre una Venus marina, el libro de su viaje a Rodas.

El puertín estaba lleno de pescadores de Simy con los que regatean para comprar unos peces. No creo que hoy los simiotas vengan a este puerto a vender su pescado y la expresión que utiliza Larry, una multitud de pescadores, ahora es un sueño lejano. Quedan cuatro gatos de mar, algún kaíki, varias barkulas, pequeñas fuerabordas, y ese barco más grande que se ve atracado: es un pequeño transbordador turístico que va y viene de Jalki, a pocas millas enfrente. Estuvimos tentados de pasar porque no era caro, pero nos faltaba tiempo.

Skala Kamiru era el mejor puerto de Kamiros, una de las tres ciudades antiguas que dominaron Rodas. Construido bajo un gran farallón rocoso, y al abrigo de la pequeña hoz que forma el cabo, era y es el mejor refugio con que cuenta Rodas en la costa oeste, aunque hoy tiene una mayor actividad el otro puerto viable, el de Fanes, más cercano a la capital y a la zona norte, la más poblada de la isla. Pero le falta el encanto de este agradable rinconín sureño.
En kilómetros de terreno más bien llano, como dice el inglés, la costa oeste es muy plana, de poco calado y sin abrigos.

Durrell llega con su compañera y dos amigos en un Mercedes de los años cuarenta del pasado siglo, recién terminada la Segunda Guerra Mundial, cuando Inglaterra administra el Dodecaneso.

El avezado ojo de Gideón ya había descubierto una taberna al costado del camino, y allí esperamos a que se cerrara el trato, bebiendo un mastika que sabía a embrocación para caballos y escuchando el estruendo de un clarinete tocado por un chico pescador. 

Lawrence tenía por costumbre untar sus tostadas matutinas con la citada embrocación, tomando el té bajo los eucaliptos de Villa Cleóbulo... . Nosotros por si las moscas, y pese al escaso crédito que nos merece Larry en algunos casos, pedimos unas birras que, con aquel calor, estaban de adorar.
El caso es que en esa taberna se encuentran al grecoamericano de Detroit al que Gideón insulta después de escuchar cómo el tipo menospreciaba a Grecia.

¿Y qué me decís del pasodoble nisiótiko de Cristina?, un poco lento ¡pero cuidadín!...

Χριστίνα Κοζα.  Ενα χειμωνιάτικο πρωί.
(Jristina Koza. Ena jimoniátiko proí). Una mañana invernal.


La taberna de  Gideón en  Skala Kamiru.
Rodas.  Grecia, agosto  2013.

En el puerto hay dos restaurantes junto al muelle y otro un poco apartado al lado de la carretera, con un emparrado, más taberna griega de las de siempre, que nos gustó imaginar como nieta de aquella donde recalaron los ingleses. 

Y próximas al cabo encontraréis un buen número de pequeñas calas rocosas de aguas azules y transparentes, a los pies de las colinas sobre una de las cuales se levanta el Castillo de Kritinias, otra de las fortalezas importantes construidas por los Caballeros Hospitalarios para vigilar y defender las costas de Rodas.

Y con esto cierro la edición de hoy, queridas kogoneras. Será la última entrada del año aquí. Espero seguir, poco a poco, a una velocidad de 5 nudos más o menos, y con mar serena si fuera posible, que soy moska mareada, o mosko, como vosotros, pero tampoco cejo, carayo! ¡A la mar, morena!

Me voy con una canción preciosa de Mijalis Stavrakakis, el músico tradicional cretense que actuó este diciembre en Asturias, y a quien tuve el honor de escuchar y saludar junto al joven y brillante violinista Yiannis Petrakis, ambos acompañando a la Orquesta de Cámara de Siero conducida por Manuel Paz, como dejé escrito en la entrada anterior.

Salud a todos y que los amos del año venidero, que serán los mismos, no nos maltraten más que el anterior o morreremos.

Μιχάλης Σταυρακάκης (Τατάκης).  Σε περιβόλι αμοναχός.


Salud y buenos vientos.

Barbarómiros

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